Taller «Cocina tu poética»
Taller "Cocina tu poética"

Amenazaba lluvia, así que para el taller del 20 de octubre, tuvimos que cambiar nuestra querida Plaza Lugar Poetas por un lugar a cubierto. Y qué mejor sitio que el que será el hogar de las cocinas móviles a partir de ahora: el Centro Comunitario Guatemala, ubicado a sólo unos minutos de Valdezarza.
Para este taller, contamos con unos invitados muy especiales, nada menos que los participantes del festival Grigri Pixel –un programa de actividades en torno a la fabricación de objetos mágicos en espacios urbanos–, que se celebraba en la capital en esos mismos días. Al taller acudieron también vecinas de Valdezarza y otras personas que, poco a poco, también se han ido haciendo amigas del proyecto. Antes de meternos en harina (literalmente, porque esta vez incluso preparamos pan), hicimos una pequeña ronda de presentaciones, para así conocernos un poco mejor.
Mientras nos poníamos manos a la obra para preparar el menú que habíamos previsto para ese día –una crema de calabaza que calentaba cuerpo y espíritu, unas buenas ensaladas, unos rollitos vegetales, unas hamburguesas de arroz y lentejas con verduras y de postre queso con membrillo y brochetas de plátano con chocolate fundido y frutos secos por encima–, Keba, uno de los participantes del Grigri, fue preguntando a la gente por anécdotas curiosas o divertidas que les hubieran ocurrido en torno a la cocina y que quisieran compartir con todo el mundo. Entre historias culinarias y tareas de cocina, todo el mundo sacó un hueco para escribirle unos versos al barrio de Valdezarza. Este taller, estaba dedicado al nuevo nombre de la plaza, así que quisimos rendirle un homenaje poético creando un cadáver exquisito de versos escritos por los asistentes. Por su parte, Mama, otra de las artistas que participaba en el Grigri, se animó a prepararnos el célebre bissap o “vino senegalés”, una bebida sin alcohol a base de infusión de flor de hibisco que triunfó durante la comida. ¡Ah! Y cómo olvidarnos de Sara Fratini, dibujante oficial del Grigri, que estuvo retratando toda la jornada en dibujos.
Justo antes de que empezáramos a comer bajo el porche del Guatemala, las nubes se disiparon. Ya en la mesa, continuamos compartiendo historias sobre el comer y el cocinar, y durante la sobremesa leímos los cadáveres exquisitos poéticos creados durante el taller (había creaciones muy surrealistas) y Mama improvisó una coreografía para que todos la bailáramos al son de una canción que ella misma nos enseñó. Todo quedó retratado en imágenes por Óscar de la Máquina de Fotos y en vídeo por los chicos de La Mina.
¡Un placer volver a compartir fogones con los vecinos y vecinas de Valdezarza y contar con la participación de “los Grigris”, que lo dieron todo durante el taller. Nos quedamos con la espinita de no poder inaugurar la plaza como se merecía, pero el otoño es así de imprevisible, así que en un futuro esperamos poder volver a la plaza con las cocinas y celebrar por todo lo alto y como se merece el nuevo nombre de la plaza.
Keba
Cuando era pequeño, los chicos de la casa no tenían derecho a entrar en la cocina, así que un día le pregunté a mi abuela por qué. Ella decía que era una tradición que querían preservar, porque era el momento en el que las mujeres se reunían, pasaban tiempo juntas y tomaban decisiones.
En mi aldea, la única cosa que no puedes decir es “no me gusta esta comida”. A mí había un plato que no me gustaba nada, se llama domoda, y cuando lo dije en mi casa, estuvieron cocinando domoda durante un mes entero.
Ibrahima Wane:
Como ha dicho Keba, para los hombres es difícil entrar en la cocina en Senegal y cuando crecemos, intentamos esforzarnos por poder cocinar, pero no tenemos una relación estrecha con la cocina. Yo me he esforzado tanto que, a día de hoy, soy capaz de hacer una tortilla.
¿?
Aprovechando que la poesía es el tema de este taller, quería recordar a Gómez de la Serna, a quien una de las recetas que más le gustaban eran las croquetas. Le gustaban tanto, que decía que había que ponerle hueso para saber cuántas te comías.
Marta:
Cuando tenía siete años, recuerdo especialmente los domingos por la tarde, cuando mi madre y yo preparábamos buñuelos de viento para merendar mientras veíamos películas de Chaplin en la tele.